Plenilunio del mes de junio de 2017. Llevo media luna escuchando el aleteo de una paloma sin alas. Leyendo los mensajes de su colección de plumas. Escuchando su voz en el silencio.
(…)
Todos los días en los últimos diez días he viajado unos 200km por la misma autovía. Casi todos a solas, creo. Creo que todos los días he visto alguna cigüeña volar en paralelo, algún halcón o algún aguilucho planeando, alguna picaza cruzar veloz en perpendicular mi trayectoria.
El domingo pasado me sorpendió: encontré muchos más pájaros en el camino, desde el kilómetro 1, en que el primero pareció salir a saludarme, hasta llegar a casa, y vi no menos de 15 rapaces, sintiendo que pasaba del dominio de una al de la otra; y otro tanto entre cigüeñas, palomas y picazas. Fue cosa digna de admirar. A veces pensé que me estaban acompañando, cuidando de mi camino. El domingo pasado, para el cristianismo, era de Pentecostés.
El lunes siguiente, el pasado, entre mis nuevas labores de profesor sustituto, tenía programado presentar la octava sinfonía de Mahler, a un grupo de quinceañers, así que me puse a leer sobre esta para descubrir asombrado que la primera parte es un himno (Veni creator spiritus) del Domingo de Pentecostés. ¡Oh!
¡Ah! Lo flipo un poco, si, así que cuento la sinfonía de Mahler a los chicos como les cuento el Zarathustra de Strauss, porque es mi trabajo y porque el mundo está lleno de contrastes, y cuando salgo de clase, al cruzar por el patio y volver a ocuparme de la calle y de mis viajes, oigo un aleteo a mi derecha y no puedo dejar de prestar atención y volver la vista hacia un pájaro que ya no está para encontrar en el suelo una pluma. Una pluma para mi.
Ayer Alfonso me llamó para contarme que ha empezado a cantar.
Mañana cantaré, puede que por última vez, las canciones de los Kesh. Será en Barcelona, en la Nau Bostik, a las 20h, acompañando a los dibujos que la increíble Vanessa Berajano conjugó en lo que sería la portada de Siempre volviendo a casa. Habrá coyotes, halcones, garrapatas, hierbas, lluvias y lunas, ¡heya!
Así que contaré de nuevo el Códice Serpentina, donde se dice que «…las aves son de las Casas del Cielo y vienen de la derecha y pueden hablar por los muertos y llevarles mensajes, y sus plumas son las palabras que hablan los muertos…»
Y también contaré que los Kesh «…parecían haber dado forma a una metáfora funcional … el signo es la espiral en torno a un eje, o heyiya-if; la palabra es la palabra de alabanza y cambio, la palabra en el centro, ¡heya!»

Y después haré otras cosas.
Álvaro Barriuso
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